REVOLUCIÓN CULTURAL

"En el mundo actual, toda cultura, toda literatura y arte pertenecen a una clase determinada y están subordinados a una línea política determinada. No existe en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle paralelo a la política o sea independiente de ella. La literatura y el arte proletarios son parte de la causa de la revolución proletaria en su conjunto; son, como decía Lenin, engranajes y tornillos del mecanismo general de la revolución." - Mao Tse-tung

domingo, 6 de mayo de 2012

Vladímir Mayakovski

Poeta Soviético...

VLADÍMIR MAYAKOVSKI (1894-1930)

Vladímir Vladimirovich Mayakovski introdujo el futurismo en la literatura soviética, se dedico también a la pintura. Al estallar la revolución, se puso de inmediato al lado de los bolcheviques, poniendo todo su arte al servicio de la revolución. Colaboró en el periódico Izvestia y pronunció numerosas conferencias en la URSS, Alemania, Francia y los Estados Unidos. Se suicido en 1930, impulsados por crueles desengaños en su vida privada.














Antes de suicidarse escribió:


¡A todos!


No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor,
nada de chismes. Lili ámame.
Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya.
Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias.
Por favor den los poemas inconclusos a los Brik,
ellos los entenderán.
Como quien dice
la historia ha terminado.
El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida cotidiana
Y estamos a mano
tú y yo
Entonces ¿para qué
reprocharnos mutuamente
por dolores y daños y golpes recibidos?


Algunos Poemas de Mayakovski

EL POETA ES UN OBRERO

Se le ladra al poeta:
«¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!»
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fabrica.
Y si bien me faltan chimeneas,
esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
Por supuesto
que pescar es cosa respetable.
Echar las redes.
¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:
la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,
donde se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero quién
se atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién es más aquí?
¿El poeta o el técnico
que procura a los hombres
tantas ventajas prácticas?
Los dos.
Los corazones son también motores.
El alma es también fuerza motriz.
Somos iguales.
Camaradas de la clase trabajadora.
Proletarios del cuerpo y del espíritu.
Solamente unidos
solamente juntos podremos engalanar el universo,
acelerar el ritmo de su marcha.
ante una oleada de palabras, levantemos un dique.
¡Manos a la obra!
¡Al trabajo, nuevo y vivo!
Y a los que discursean
que se les mande al molino.
¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!





VLADIMIR ILITCH, LENIN (FRAGMENTOS)

Es tiempo-
comienzo
el relato sobre Lenin.
No porque
no haya pena
más grande,
es tiempo
porque
la honda tristeza
sea ya
dolor claro y consciente.
Tiempo,
vuelve a flamear los lemas leninistas.
¿Es justo
derramar
lágrimas y lágrimas?
Lenin sigue siendo
el hombre
más vivo entre los vivos. Es
nuestra sabiduría.
nuestra fuerza
y el arma que blandimos.
Los hombres son como barcas,
aunque sin agua.
Mientras
vivimos
se nos pegan
a los costados
muchos
caramujos sucios.
Y después,
sorteada ya
la tempestad furiosa,
te sientas
bajo el rayo del sol
y te quitas
la barba verde
de las algas
y la barba lila
de las anémonas.
Yo también
me limpio
para semejarme a Lenin
y seguir remando
por la revolución.
----------------------------------------------
De noche
dormimos.
De día
hacemos las cosas.
Nos gusta lo ilusorio.
Cuando alguien es capaz
de poner las cosas
en su lugar,
le llamamos
«profeta»,
lo llamamos
«genio».
No tenemos
grandes ambiciones,
si no nos llaman
no acudimos.
Agradar
a nuestra esposa
ya es bastante.
Pero cuando
alguien diferente
avanza
con su cuerpo y su alma
juntos,
murmuramos
«majestuosa figura»,
nos admiramos
«don divino».
Eso es lo que dice
la gente
ni demasiado ingeniosa
ni demasiado imbécil.
Las palabras aparecerán
y desaparecerán como el humo.
De esas cabezas huecas
no sacarás nada más...
Pero ¿cómo medir a Lenin
con la misma vara?
Lo vio todo
y todo el que quiso
ese «tiempo»
no tuvo que agacharse
para pasar
bajo el dintel.
----------------------------------------------
Ayer,
a las seis y cincuenta
murió el camarada Lenin.
Este año
ha visto
lo que no verán muchos otros.
Este día
entrará
en la leyenda triste de los siglos.
El horror
hizo brotar un estertor
de acero.
Una ola de sollozos
pasó sobre los bolcheviques.
¡Terrible peso!
Nos arrastrábamos
como una masa extraviada.
Saber-
¿cómo y cuándo?
¡Saberlo todo!
En las calles,
en las callejuelas
boga
como una carroza fúnebre
el Gran Teatro.
La alegría
es un caracol que repta.
La desgracia
es un corcel indómito.
Ni sol
ni brillo de espejo,
todo
tamizado por los diarios,
salpicado
con negra nieve.
La noticia asalta
al obrero
delante de la máquina.
Una bala en el alma.
Y es como si
se derramasen lágrimas
sobre cada instrumento de trabajo.
Y el mujik
que ha pasado por todas
y que,
más de una vez,
miró la muerte a los ojos,
se aparta de las mujeres,
pero se traiciona
por los regueros negros
que enjuaga con el puño.
Aun los hombres más duros
-de silex-
se mordían el labio
hasta sacarse sangre.
Los niños
quedaron serios como viejos,
y los viejos
lloraban como niños.
Por toda la tierra
el viento
llevaba el insomnio
sin pensar, soplando y volviendo a soplar,
que allá
en el hielo
de un pequeño cuarto de Moscú,
estaba el ataúd
del padre y del hijo
de la revolución.
El fin,
el fin,
el fin.
¡Qué difícil
creerlo!
Un vidrio-
y vemos lo que está abajo...
Es a él
a quien traen de la estación Paveletzki
y llevan por la ciudad
que arrebató a los amos.
La calle
parece una herida abierta...
Aquí
cada piedra
pisada
por los primeros ataques
de octubre,
conoce a Lenin.
Aquí
todo
lo que cada bandera
ha embellecido,
fue comenzado
y ordenado por él.
Aquí
cada torre
ha oído a Lenin
y lo habría seguido
a través del fuego y del humo.
Aquí
cada obrero
sabe quién es Lenin-
exponed los corazones
como ramas de abetos.
Nos llevaba al combate,
anunciaba las conquistas,
y así
el proletario
es dueño de todo.
Aquí
cada campesino
ha inscrito
en su corazón
el nombre de Lenin
con más ternura que en las calendas de los santos.
Ordenó
devolverles
las tierras
con que sueñan
los abuelos muertos bajo el knut.
Y los comuneros
-los de la Plaza Roja-
parecían
murmurar:
«¡Tú, a quien tanto queremos!
Vive
pues tal es
el más bello destino al que aspiramos-
cien veces
nos lanzaremos al ataque
dispuestos a morir!»
Si apareciese ahora
un hacedor de milagros,
y nos dijese:
«Para que él se levante
debéis morir vosotros!»-
La esclusa de las calles
se abriría
y los hombres
se arrojarían
a la muerte
cantando.
Pero no hay milagros;
inútil es soñar.
Está Lenin,
el ataúd,
las espaldas encorvadas.
Fue un hombre
humano hasta el fin.
Ahora,
soporta
el suplicio
del dolor de los hombres.
Nunca hubo
flete más valioso
llevado
por nuestros
océanos
que
ese ataúd rojo
bogando
hacia la Casa de las Uniones,
sobre la espalda
de sollozos y peldaños.
Mientras
hombres
del temple de Lenin
montaban guardia
de honor,
la muchedumbre
esperaba desde hacía un rato
apiñada
a lo largo
y Dimitrovka.
En en alo diecisiete,
el mismo
con su hija en la cola
para el pan-
¡mañana comeremos!
Pero en esta
glacial
y terrible cola,
todos se alineaban
niños y enfermos.
Las villas
se alineaban
al lado de las ciudades.
El dolor tintineaba,
infantil o viril.
La tierra de trabajo
desfilaba,
vivo
balance
de la vida de Lenin.
El amarillo sol
bizqueando dulcemente,
se levanta
y lanza
los rayos a sus pies.
Como
acosados,
llorando la esperanza,
doblados de dolor
desfilan los chinos.
Las noches
venían
a lomo
de los días,
confundiendo las horas,
mezclando las fechas.
Como si
no hubiese
noches ni estrellas arriba.
sino
negros de los Estados Unidos
llorando a Lenin.
Un frío
antes nunca sentido
escocía las suelas,
pero cada cual
permanecía en esa
multitud apretada.
Ni siquiera
se atreven
a frotarse las manos
para calentarse un poco,
no es conveniente.
El frío
atrapa
y arrastra
como si
quisiera poner a prueba
el temple del amor.
Penetra a la fuerza
en la muchedumbre.
Presa de agitación
la muchedumbre
pasa por detrás de las columnas.
Los escalones crecen,
se vuelven arrecifes.
De pronto
no se oye
ni canto ni respiración,
y nadie se atreve a dar un paso más-
bajo el pie, hay un abismo,-
es el borde filoso
de un abismo de cuatro escalones.
Cortando
la esclavitud de cien generaciones,
tiempo en que el oro
tenía toda la razón.
El borde
del abismo-
el ataúd de Lenin,
y más allá,
en todo el horizonte,
la columna.
¿Qué veremos?
Nada más que su frente,
y a Nadejka Konstanstinovna,
detrás,
de una bruma...
Quizá
ojos que no llorasen
verían algo más.
Pero no eran
ojos como esos
los que yo veía.
La seda de las banderas flameantes
se inclina,
para rendir
los últimos honores:
«Adiós, camarada,
has terminado
tu honrado y valiente camino.»
Horror.
Cierra los ojos,
no mires,
como si andases
sobre una cuerda de seda.
Como si
por un instante
estuvieses
a solas
con una inmensa
y única verdad.
Soy feliz.
El agua sonora de la marcha
lleva
su cuerpo sin peso.

que en adelante
y para siempre,
ese momento
vivirá
en mí.
Feliz
de ser
una partícula de esta fuerza
que tiene en común
hasta las lágrimas de los ojos.
Imposible
que la comunión
en el inmenso sentimiento
llamado
clase,
sea
más fuerte,
más pura.
----------------------------------------------
Y la muerte
de Ilitch
fue
un gran
aglutinador del comunismo.
Por encima de los troncos
de un enorme bosque,
millones
de manos
sosteniendo su asta
-la Plaza Roja-
la bandera roja
se eleva,
arrancándose
con una terrible sacudida.
De esa bandera,
de cada uno de sus pliegues,
nos llega
vivo de nuevo,
el llamamiento de Lenin:
-¡En fila,
proletarios,
para el último cuerpo a cuerpo!
¡Esclavos
enderezad
vuestras rodillas hincadas!
¡Ejército de proletarios,
adelante y en orden!
¡Viva la revolución
alegre y rápida!
Esta
es la única
gran guerra
de todas
la que la historia ha conocido.


Oda a la revolución
A ti
silbada,
burlada,
acribillada,
a ti,
agujereada por enconadas bayonetas,
levanto extasiado,
solemnemente esta oda,
por encima de la marea de insultos.
¡Oh!
¡Oh, bestial!
¡Oh, ingenua!
¡Oh, mezquina!
¡Oh, grandiosa!
¿Qué nombres no te habrán dado?
¿Cómo devendrás aún con el tiempo,
recia arquitectura constructiva,
o simplemente un montón de ruinas?
A ti,
maquinista cubierto de hollín,
a ti,
minero que cavas las moles primigenias de la tierra,
bendito seas,
bendito seas, bienaventurado.
¡Gloria al trabajo humano!
Y mañana,
San Basilio,
catedral de los fieles,
te aclamará con unción,
implorando perdón.
Con tus tenaces cañones,
harás estallar al milenario Kremlin.
"Gloria",
ruegan con voz apagada en vísperas de la muerte
Aúllan las sirenas apenas sofocadas.

Tú envías a los marineros,
a los hundidos cruceros,
para salvar aún a aquellos,
allí, donde maullaba olvidado el único gato.
Y después,
aullaba una multitud ebria,
los bigotes retorcidos, desafiantes.
Tú echas a culatazos a los canosos almirantes,
desde el puente de Helsinki hacia abajo.
Surgen las heridas del pasado,
y yo de nuevo veo como todo se desangra.
¡Ustedes, cómodos pequeño-burgueses!
¡Oh, malditos sean, tres veces!
Y mis poetas,
¡oh, benditos sean mil veces!


Publicado en el semanario dirigido por Lunacharski en enero de 1918. Esta oda fue leída en el "Café de los poetas", en momentos en que Petrogrado estaba casi indefenso ante el ataque de la escuadra alemana.






CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA

Ciudadano inspector,
perdone la molestia.
Gracias,
no se preocupe,
me quedaré de pie.
Quiero tratar
un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
el poeta
en las filas obreras.
Igual que los que tienen
tiendas y terrenos
también yo debo pagar
impuestos.
Usted me pide
quinientos al semestre
más veinticinco
por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
es igual
a cualquier otro.
Mire
cuántas pérdidas,
cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
naturalmente
eso que llaman rima.
Si la primera línea
termina en "ajo"
entonces, la tercera,
repitiendo las sílabas
debe poner
algo así
como "cascajo".
Si utilizo su lenguaje
la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
de las declinaciones,
de las conjugaciones.
Coges una palabra
y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
y aprietas,
se rompe.
Ciudadano inspector:
le juro
que el poeta paga caras
las palabras.
Hablando mi lenguaje
la rima es un barril
de dinamita,
y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
la estrofa
vuela.
¿Dónde hallar,
y a qué precio,
rimas que estallen
y de golpe maten?
Quizá sólo sean
cinco las rimas
increíbles
y sin estrenar, perdidas
más allá
de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
tenga en cuenta
el pago de los viajes.
La poesía
toda
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
entre miles de toneladas
de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
el calor de estas palabras
comparado
con la humeante
palabra bruta!
Esas palabras
mueven
millares de años,
millares de corazones.
Claro
que hay poetas
de distinta calidad.
Muchos
de hábil mano,
como prestidigitador,
sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
y están felices.
Eso es
robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país.
Esos
versos y odas
aplaudidos
hasta la saciedad
entrarán en la historia
como gastos accesorios
de lo hecho
por dos o tres buenos versos
de nosotros.
Muchos kilos de sal
habrás de comer
como suele decirse,
y fumar cien cigarrillos
hasta
sacar
la palabra preciosa
de las honduras artesianas
de la humanidad.
Rebaje por eso
los impuestos,
quítele
una rueda
a los ceros.
Uno noventa
cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
su formulario tiene:
Ha viajado
o no ha viajado?
Y si le respondo
que en estos quince años
he reventado
decenas de Pegasos,
¿qué?
Póngase usted
en mi sitio,
piense en el servicio
y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
si le digo que soy
caudillo popular
y al mismo tiempo
trabajo a su servicio?
La clase obrera
vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
motores de la pluma.
La máquina
del alma
se gasta con los años.
Dicen entonces:
estás gastado,
fuera.
Cada vez amas menos,
te arriesgas menos
y mi frente
desgastada
por el tiempo no arremete.
Entonces llega
el desgaste mayor,
el desgaste
del alma, del corazón.
Y cuando
este sol,
grande y redondo
se alce
en el futuro
sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
podrido,
muerto en una cuneta
junto
a decenas
de mis colegas.
Hago
mi balance final. Afirmo,
y no miento:
entre los vividores
y actuales fulleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestra deuda
es aullar
como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
y el fragor de la tormenta.
El poeta
siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
las multas,
los impuestos.
Adeudo
las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
sobre lo que aún
no pude cantar.
Al fin y al cabo
¿para qué
tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
es su resurrección,
su inmortalidad,
ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
en un pliego de papel
cogerán una estrofa
y resucitarán este tiempo
Y ese día
surgirá
con fulgor de asombros,
y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
señor inspector.
Usted, habitante convencido
del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
un pasaje para la eternidad,
calcule
el efecto de mis versos,
divida
mi salario
en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
y se asusten.
No.
Hoy
la rima del poeta
es caricia también,
consigna,
látigo,
bayoneta.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
yo
reclamo un hueco
entre las filas
de los obreros
y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
que todo consiste
en saber utilizar
palabras ajenas,
entonces, camaradas,
aquí tienen mi pluma,
y escriban
ustedes
cuanto quieran.


MARCHA IZQUIERDA (a los marinos)

Iniciad la marcha.
Las discusiones sobran.
¡Silencio, oradores!
Tiene usted
la palabra,
camarada máuser.
Basta de vivir con leyes
dadas por Adán y Eva.
Reventemos el jamelgo de la historia.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!

¡Eh, blusaazules!
¡Ondead!
¡Por los océanos!
¿O
tal vez los acorazados
ya tienen romas las quillas?
No importa
que erizando la corona,
el león británico ruja.
La comuna no será vencida.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!

Allí,
tras las peñas de pena
hay un país soleado sin estrenar.
¡Contra el hambre,
contra el mar de morbo
el paso de millones marcha!
Aunque nos cerque banda mercenaria,
aunque rieguen acero,
Rusia no caerá ante la Entente.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!

¿Se apagará el ojo avizor?
¿Viviremos de nostalgias?
Aprietan
en el cuello del mundo
los dedos del proletariado.
¡Adelante el pecho bravo!
¡Fija en el cielo banderas!
Eh, ¿quién marcha con la derecha?
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!


150.000.000

150.000.000 es el nombre del artífice de este poema.
Su ritmo: la bala.
Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro.
150.000.000 hablan por mi boca.
Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,
en el papel vitela del adoquinado.


¿Hay quién pregunte a la luna?
¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas?
¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor
más genial de la tierra?


De igual modo
este poema
no tiene autor.
Su única idea es
brillar en el día naciente.
Ese mismo año,
en ese día y hora,
bajo tierra,
en la tierra
por el cielo
y aún más arriba
aparecieron estos
carteles,
octavillas,
afiches:


«A TODOS¡
¡A TODOS!
¡A TODOS!
¡A todos
los que ya no aguantan más!
¡Salid
y marchad juntos!»


(firmas):
La Venganza -maestro de ceremonias.
El Hambre -administrador.
La Bayoneta.
La Pistola.
La Bomba.
(tres
firmas:
los secretarios)


¡Vamos!
¡Vamos, vamos!
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Se caen!
¡Eh, Juanón!
¡Mete billetes en la alpargata!
¡No vayas descalzo al mitin!
¡Adiós, Rusia del alma!
¡Se acabó el pobre!
¡Ya encontramos otra Rusia!
¡La internacional!
¡Vamos!
Sentado en sillón de oro
toma té con bizcochos.
Iré a verle,
furioso.
Iré a verle
tísico.
Iré a verle
y le diré:
«Wilson, oye
Woodrow,
¿quieres un cubo de mi sable?
Ya verás...»
Llegaremos hasta el mismísimo
hasta Lloyd George
Y le diremos:
«Oye,
Jorgito...»
-Hasta él no llegas.
Hasta él hay océanos.
Con esos
no puede
el jamelgo ruso
No importa.
Iremos a pata.
Despertaba a la llamada
de los bosques
Fieras y fierecillas segregaban fuerza.
Un lechón gruñía aplastado por un elefante.
Los cachorros formaban hileras de cachorros.
El grito humano es insoportable.
Pero la fiera
se exprimía el alma.
(Os traduciré el bramido de los animales,
si no conocéis la lengua animal):
«¡Escucha, Wilson,
bola de grasa!
Si la culpa es del hombre,
castígalo.
Nosotros
no hemos firmado el pacto de Versalles.
Las fieras, sí,
¿pero por qué debemos pasar hambre?
¡Que sufran ellos nuestro dolor animal!
¡Quién pudiera hartarse una vez más!
¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas!
¡A las praderas americanas!»
¡Oh! ¡Oh-uh!
Ya no cabemos en la jaula-bloqueo.
¡Adelante, automóviles!
¡Al mitin, motocicletas!
¡Lo pequeño, a la derecha!
¡Ceded el paso a los camiones!
¡Los caminos se pusieron en fila india!
Escuchad lo que dicen los caminos
¿Qué dicen!
«Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,
retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas.
Por dóciles kilómetros sin empedrar,
estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.
Queremos saturarnos de asfalto,
ceder bajo el peso del expreso.
¡levantáos!
¡Basta de dormir
carreteras mecidas por el polvo!
¡Vamoooos!»
¡Vamos a las minas!
¡A por pan!
¡A por el moreno!
Sembrado para nosotros.
Sin leña
sólo los tontos pueden andar.
¡Al mitin, locomotoras!
¡Locomotoras, al mitin!
¡Rápiiiido!
¡Rápidorápido!
¡Eh,
regiones,
levad anclas!
Tras Tula, Astrakán,
una mole tras otra,
inmóviles
desde Adán,
arrancaron
y avanzan
sobre otras, con ruido de ciudades.
Llevando por delante la oscuridad rezagada,
tropezando con las frentes de los faroles,
iban al mitin legiones de luz,
con las zancadas de postes eléctricos.
Y por encima
conciliando el agua y el fuego,
pudriñendose de ahogados, fluían los mares.
«¡Paso a las olas del Caspio!»
¡No volveremos a Rusia!
No en el flaco Bakú.
en las playas de la jubilosa Niza
brincaremos con la ola mediterránea.»
Y, por fin,
tras el trueno
de correr y trotar,
respirando a pleno pulmón,
en borbotones de nubes salieron por los agujeros
los aires ya tormentosos de Rusia.
¡Vamo-o-o-s!
¡Vamos vamos!
¡Y todos
los ciento cincuenta millones de gentes,
billones de peces,
trillones de insectos
animales salvajes,
animales domésticos,
centenares de regiones,
con todo lo que hay construido,
lo que vive en ellas,
todo lo movible,
inamovible,
lo que apenas se movía,
reptando,
arrastrándose,
nadando.
Marcho en avalancha
¡en avalancha!
Y retumbaba el sitio
donde estuvo Rusia.
Lo importante
no es comerciar con sacarina,
¡El corazón quiere ser campana que doble!
Hoy
al paraíso
lanzaremos a Rusia
más allá de los irisados pozos del crepúsculo.
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Vamos vamos!
¡A través de la guardia blanca de las nieves!
¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades
de los límites que por siglos les fijaron las autoridades?
¿Por qué aguzan el oído de los cielos?
¿A quién atalaya el horizonte?


Por eso
hoy
los ojos del mundo entero
están puestos en nosotros
y todos los oídos alertas
captan el más mínimo
sonido nuestro
Para ver esto
Para escuchar estas palabras:
esto es la voluntad de la revolución,
lanzada mañas allá de sus últimos límites
esto
es un mitin
armazones de máquinas,
gentes, y cuerpos de animales,
esto
son manos
patas
pinzas
bielas
levantadas
aun donde el aire enrarecio
prometiendo una misma cosa al unísono.
Olvidad
a los poetas
que lanzan aullidos celestiales,
olvidadlos,
escuchad esta canción:
«Vinimos a través de ciudades,
nos abrimos paso en la tundra
pisamos fango y charcos.
Vinimos millones
millones de obreros,
millones de trabajadores y empleados.
Vinimos de las casas,
escapamos de los almacenes,
de las callejuelas alumbradas
por los incendios.
Venimos millones,
millones de objetos,
destrozados,
rotos,
arruinados.
Bajamos de las montañas
reptamos por bosques
y campos de cebada agostados por los años.
Vinimos, millones,
millones de ganado,
cerriles,
embrutecidos,
hambrientos.
Vinimos
millones
de impíos,
paganos
y ateos
con la frente,
el hierro oxidado,
el campo
Recemos todos
a Dios, con fervor.
¡Aparece,
no de un mullido tálamo estelar,
Dios de hierro,
Dios de fuego
Dios, ni Marte,
ni Neptuno, ni Vegas,
Dios de la carne,
¡Dios-Hombre!
Baja de las estrellas que brillan en las arenas,
liberado de las alturas,
terrestre,
¡sal,
aparece
entre nosotros!
No el que
«estás en los cielos».
Hoy
a la vista de todos
obraremos milagros,
nuestros propios milagros.
Nos encabritamos
si en tu nombre
hay que batallar
en medio del humo
en el fragor del turno.
Nuestras hazañas
serán más difíciles que las del Creador
que llenaba
de cosas el vacío.
No sólo tenemos que construir
con imaginación nueva,
sino también dinamitar lo viejo.
¡Sed, danos de beber!
¡Hambre, aliméntanos!
Ya es hora
de llevar
el cuerpo al combate.
¡Más tupida
sea la descarga
contra los cobardes!
¡Contra el montón,
fuego de metralla!

¡Que todo venga
del mismísimo fondo del alma!
¡A fuego,
a llama,
a hierro,
a luz,
abrasa,
quema,
corta,
destruye!


Nuestras piernas
son abanicos que aventan la polvareda.
Nuestras aletas son naves
Nuestras alas son aeroplanos.
¡Caminar!
¡Volar!
¡Cruzar!
¡Rodar!
haciendo inventario del mundo entero.
Si esa cosa es útil,
bien,
sirve.
Si es inútil,
¡al diablo!
Una cruz negra.
¡Acabaremos contigo,
mundo romántico!
Basta de fe
en el alma,
¡electricidad,
vapor!
¡Basta de mendigos!
¡Embolsad las riquezas de todos los mundos!
¡Matad cuanto es viejo!
¡De los cráneos haced ceniceros!
Arrasadas
las antiguallas,
un mito nuevo
se impondrá en el mundo.
Romperemos con el pie
la barrera del tiempo
Miles de arcoiris
colorearán el cielo.

En un mundo nuevo se abrirán
las rosas y los sueños ensuciados por las rimas.
Todo estará hecho
para el placer
de los niños grandes que somos.
Inventaremos
rosas nuevas,
rosas de capitales con pétalos de plazas.
Vosotros,
los marcados con el estigma del suplicio,
ved al verdugo de hoy.
Y sabréis
que los hombres
pueden ser cariñosos,
con el amor
que la estrella trepa por un rayo.
Nuestra alma
será
confluencia de los Volga de amor.
Todo el que las aguas traigan
-tú o cualquier otro-
será bañado por una mirada luminosa.
Por las arterias más finas
botaremos
las naves férricas de los hallazgos poéticos.
Y tal como lo escribimos
el mundo será
el miércoles
y ayer
y hoy
y mañana
y siempre,
por los siglos de los siglos.
Por el verano secular,
lucha,
canta:
«En la batalla final»
¡Coreemos un himno común!
¡Más de un millón!
¡Multipliquémonos por cien!
¡Vamos, por las calles!
¡A los tejados!
¡Tras los soles!
¡En los mundos!
¡Gimnastas de la palabra!
Y Rusia
ya no es un pordiosero
no es un montón de escombros,
no es ceniza de casas
Rusia
Rusia entera
es un solo Iván
brazos
son
el Neva
y sus pies las estepas del Caspio.


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